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El hecho es repudiable y sensible porque tiene que ver con la niñez atropellada por una de las peores formas de delito, como es la explotación sexual infantil. Nos referimos al informe presentado por este diario, el pasado viernes, a raíz de las capturas, en varias ciudades, de doce personas dedicadas al perverso y repudiable negocio del proxenetismo, horroroso tráfico con niños como mercancía cualquiera llevados hacia la vejación.

El maltrato infantil es una vergüenza que debe ponernos colorados a todos. En Colombia, más de 13.000 niños y niñas y adolescentes son víctimas de esta y otras formas de violencia. De la explotación sexual hay cifras que estremecen. Según el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, entre el 2011 y el 2013, en el país fueron rescatados 2.135 menores y adolescentes de las redes de trata sexual. Este año, van 152, según la Policía.

Para mayor desgracia, en esta estadística no solo hay 1.174 adolescentes, sino más de 600 seres asustadizos y frágiles, entre los 6 y los 11 años. Y la brutalidad llega también a poner cifras a los que están entre los 0 y los 5 años, víctimas de abuso: 313. Este flagelo horrendo obliga a buscar las raíces del mal y aplicar correctivos urgentes. Comenzando por la familia. Porque, de los menores rescatados, el 57 por ciento que reconocieron a sus victimarios dijeron que eran familiares suyos.

Pero este delito cruel, que incluye la pornografía a través de las redes de tecnología, crece, pues hay verdaderas mafias organizadas de proxenetas en las principales ciudades de Colombia, que ofrecen a los aberrados extranjeros niños como “atractivo” en paquetes turísticos. Investigaciones de la Policía y la Fiscalía indican que los proxenetas los ‘venden’ hasta por un millón de pesos, y a niñas vírgenes hasta por cinco millones. Pero se habla también de 80.000 y 100.000 pesos. Eso es simplemente escalofriante, por lo que se requiere actuar con más resolución y unidad.

Aunque la impunidad es muy alta, es justo decir que hay un trabajo policial e investigativo importante. Y se han suscrito convenios de cooperación con países como Estados Unidos, Panamá, México y Argentina. El año pasado, la Agencia Presidencial de Cooperación Internacional de Colombia y el Comité Internacional para el Desarrollo de los Pueblos lanzaron la campaña ‘Abre tus ojos’ para luchar contra la explotación sexual de los niños, protegerlos y reconocer su derechos. La Alcaldía de Bogotá, por medio del Instituto Distrital de Turismo, en asocio con la Unicef, creó la estrategia ‘Capital turística, protectora de la niñez’, para prevenir el delito en cuestión; Cartagena, entre otras, hace esfuerzos en igual sentido y la gente marcha.

Esto reconforta. Pero todo lo que se haga por impedir que los niños sean víctimas de semejante atropello es poco, porque los criminales son una plaga voraz. Por ello, el Ejecutivo, el Legislativo, la industria turística, los medios, la ciudadanía, todos debemos trabajar de la mano, abrir los ojos. El grado de civilización de una sociedad se mide, precisamente, por la forma en la que trata a su niñez. Y aquí estamos muy mal. El que muchas ciudades nuestras sean puerto de turismo sexual con menores es, además de una vergüenza, una humillación.

Hay que atacar las causas: pobreza, descomposición social, droga y embarazos de adolescentes y no deseados. Pero hay que ir al delito. Leyes muy severas, persecución sin cuartel, decisión y conciencia. Ahí está, pues, uno de los retos primordiales para este país, porque, además, una infancia violentada es hervidero de violencia.

www.eltiempo.com/opinion/editorial/editorial-un-delito-repugnante-editorial-el-tiempo/14710896

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