Pocas veces en su historia las naciones llegan a las encrucijadas con los ojos tan abiertos como tendrá que ocurrirle a Colombia en este 2015, que apenas comienza. Y es que, a diferencia de aquellos casos en los cuales la fortuna –buena o mala– determina de manera casi caprichosa el rumbo de las sociedades, en el nuestro nos aproximamos al punto culminante de las conversaciones que deberían ponerle término a más de medio siglo de conflicto interno.
El desenlace favorable, es bien sabido, no está asegurado. Las negociaciones que llevan a cabo los delegados del Gobierno con la cúpula de las Farc en La Habana han demorado más de lo que se preveía inicialmente y todavía tienen pendiente el hueso más duro de roer, como es el relativo a la dejación de las armas y las condiciones de reintegración a la vida civil de los combatientes rasos y sus líderes. Aun así, es bueno recordar que se ha avanzado como nunca y que cada vez se acerca más la posibilidad de un acuerdo.
Mientras eso sucede en Cuba, los colombianos mantienen una actitud ambivalente respecto a la marcha de un proceso que sigue su curso sin que medie un cese de hostilidades, más allá de las treguas unilaterales que establecen los jefes farianos. Aparte de las declaraciones salidas de tono, los actos de barbarie de los subversivos, los ataques a la infraestructura y la intimidación a la población civil persisten, lo que da lugar a reacciones negativas de la ciudadanía.
Esa dicotomía no puede extenderse por mucho más tiempo. En la medida en que el camino que resta se prolongue en forma excesiva, será difícil conseguir el apoyo de la población a la hora de ratificar un pacto eventual. Por tal motivo, el reto más importante del año que arranca es el de culminar pronto y con éxito la etapa actual, a sabiendas de que una cosa es acordar el cese de las hostilidades y otra no menos difícil, construir la paz, lo que exigirá dedicación y nuevos esfuerzos.
Pero ese desafío no es el único. La lista de pendientes en el país es larga y su atención no puede ni debe estar supeditada a lo que ocurra en tierras cubanas. Cómo desconocer, por ejemplo, el descuadernamiento de la justicia, que se ha hecho más evidente con el largo paro, cuya continuación, una vez terminen las vacaciones de la Rama, es incierta. No hay duda de que la cirugía de fondo que tantos han reclamado es urgente, algo que requiere a la vez trabajo y liderazgo, especialmente del Ejecutivo.
Diferentes titulares han saludado, con razón, que la temporada decembrina estuviera acompañada de una baja del número de homicidios. Aun así, la inseguridad encabeza las preocupaciones de la gente, que espera una mayor contundencia contra el crimen, ya sea para castigar al asesino que cobra una vida a cambio de una bicicleta o un celular, o al extorsionista que somete a comunidades enteras a su vasallaje, entre otros delincuentes.
No menos importante es combatir la corrupción con más ahínco. La percepción de que los dineros públicos son objeto del saqueo de un grupo de dirigentes inescrupulosos deslegitima profundamente a nuestra democracia. Si bien aquí la inoperancia de la justicia es también un enorme impedimento a la hora de sancionar a quienes les meten la mano a los recursos estatales, promover la denuncia de las prácticas venales y su rechazo es un comienzo. Callar, en cambio, nos expone a quedar embadurnados de ‘mermelada’, así sea por omisión.
Por otra parte, hay que saber reconocer los obstáculos que emergen en los albores del 2015. Uno de ellos tiene lugar en el campo económico, pues la baja de los precios del petróleo y el fortalecimiento del dólar van a generar grandes vaivenes, para los cuales hay que prepararse. Tanto en materia fiscal como cambiaria nos enfrentamos a una realidad muy distinta de la vigente durante la mayoría del presente siglo, y aunque mantenemos un ritmo saludable de crecimiento, habrá que redoblar esfuerzos para que la locomotora de la infraestructura continúe su marcha y el desempleo disminuya más. Pensar que estamos blindados ante la turbulencia no solo sería ingenuo, sino irresponsable.
El entorno internacional exigirá, igualmente, mayor atención. No se trata solamente de lo que pueda pasar en los focos tradicionales de tensión, como Oriente Próximo o la inquietante actitud de Rusia, sino de fijar los ojos en el vecindario. La realidad de Venezuela, que ya es muy mala, pinta peor tras la descolgada de las cotizaciones de los hidrocarburos, y eso puede ser fuente de nuevos episodios de desestabilización en la zona de frontera. Ecuador tampoco la tiene fácil, mientras que América Latina en general ha dejado de ser la niña bonita de otras épocas.
Los elementos mencionados, junto con otros más, que es imposible incluir debido a la falta de espacio, conforman un año crucial para Colombia. A medida que el país sale del letargo de las vacaciones, los colombianos se darán cuenta de que la cuesta que hay que remontar no solo será la de enero, sino la de todo el 2015. Llegar a la cima no será fácil, pero, por ahora, existe la esperanza de escalarla, junto con la de conseguir que en esta sociedad prime el espíritu de la reconciliación, para así poder construir las bases de una nación más próspera y justa para todos.
http://www.eltiempo.com/opinion/editorial/la-cuesta-del-2015-editorial-el-tiempo/15050256