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Monseñor Héctor Epalza presenta un dramático diagnóstico sobre la situación de violencia y miseria.

El obispo de la Diócesis de Buenaventura, monseñor Héctor Epalza, se dedica a mucho más que dar misa.

Desde el año 2004, cuando llegó a dirigir la Iglesia Católica en esa región del país, ha hecho repetidos llamados al Gobierno nacional sobre la grave situación de violencia y pobreza que allí se vive.

Sus pronunciamientos siempre son fuertes y críticos. Y aunque sabe que sus comentarios sobre el auge de las bandas criminales, el negocio de las drogas o el abandono estatal pueden ser incómodos y hasta peligrosos, considera que es su labor como ministro de Dios en la Tierra.

En la asamblea de obispos que se celebra por estos días en Bogotá, este sacerdote nortesantanderano habló con EL TIEMPO sobre el estado en el que se encuentra Buenaventura.

¿Qué diagnóstico hace sobre la situación de Buenaventura?

Está en cuidados intensivos, como un enfermo terminal. En octubre del año pasado, Naciones Unidas dijo, con toda razón, que lo que pasa en Buenaventura es una vergüenza nacional. Se han acumulado muchos males: el incremento de la violencia, la miseria en la que vive la gente y el abandono del Estado.

¿Qué pasa allí para que exista tanta violencia?

Para nadie es un secreto que es un corredor para la droga. Es un territorio disputado por todos los grupos que quieren vivir a costillas de este maldito tráfico de la droga. Es territorio en discusión. Antes había una banda criminal, pero ahora hay varias y por eso se arman las disputas y las balaceras; en octubre pasado hubo, mal contadas, 32 balaceras, varios muertos y desaparecidos. En lo que va de corrido de este año, en lo que conozco, van 25 asesinatos. Y de esos, 10 fueron asesinados en una masacre.

¿Cómo ve la presencia del Estado?

Hay que reconocerlo: la administración municipal, la Policía y la Armada hacen su trabajo, pero lo de Buenaventura es ya crónico, y necesita con urgencia intervención del Gobierno nacional.

¿Se sienten abandonados?

Sí, estamos abandonados. Es muy doloroso porque de Buenaventura están pendientes solo del puerto. Se ve una desproporción entre el puerto y la ciudad. Parece que al Gobierno le interesa únicamente el puerto, no la ciudad ni su gente.

¿Qué llamado le hace al Gobierno?

Creo que el Estado se tiene que pellizcar. Por ejemplo, hace siete años el Gobierno prometió unas casas a 217 familias muy pobres, y nada. Vivimos en un Estado paquidérmico que no responde, y cuando lo hace es como apagando incendios, pero no socorre a tiempo a la gente. Lo que más duele es la indiferencia y la apatía para solucionar los problemas de la gente más necesitada y más pobre.

¿Qué tipo de problemas enfrenta la población?

El 60 por ciento de la gente está desempleada. Sigue la extorsión, la vacuna, allí todo es caro por esa situación de violencia. La parte rural está muy abandonada; la educación y la salud están en pésimas condiciones. Mucha gente está confinada en los barrios porque después de una hora determinada no se puede salir. Libertad y orden, eso está en el escudo, pero no sucede en Buenaventura. La población está llena de miedo, la gente no se atreve a decir nada, cada quien está pendiente de salvar su propio pellejo; la única que se atreve a alzar la voz es la Iglesia.

Usted ha denunciado varias veces esta problemática. ¿Qué ha pasado?

Desde el 2004 he hecho este tipo de denuncias y uno quisiera ver una mejoría, pero al contrario, ha empeorado la situación. A veces se trata de minimizar las cosas, y dicen que son hechos aislados. Es toda una cadena de muerte, de desaparecidos; es la vida humana, los derechos a la vida y a la libertad los que están en riesgo. Le duele a uno que se pretenda decir que con más policía y agentes se solucione el problema, pero Buenaventura no se arregla inundando las calles de gente armada.

¿Qué se necesita entonces para enfrentar esta problemática?

Se requiere inversión social, fuentes de trabajo. Hay mucha miseria y mucha hambre.

Definitivamente mirar a Buenaventura y hacer una intervención urgente y directa, dejar la indiferencia y reconocer que allí vivimos en una bomba de tiempo. Y sobre todo, invertir en lo social.

El cardenal Rubén Salazar afirmó que hay muchos servidores de la Iglesia amenazados. ¿No tema a represalias por hablar de estos temas, y en esos términos?

Es un riesgo, pero creo que la verdad es la que nos hace libres, no la mentira ni la falsedad. Creo que el mejor servicio que le hago a Buenaventura es decir la verdad.

www.eltiempo.com/colombia/otraszonas/denuncian-abandono-de-buenaventura_12580560-4

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