Contó que las Farc los golpearon y torturaron con una bolsa. Maltrato cesó por presión del Gobierno.
Luego de que las Farc desmintieran los señalamientos del ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, por las torturas infligidas a los dos policías que estuvieron secuestrados durante 21 días, el patrullero de la Policía Víctor Alfonso González, uno de los plagiados, aseguró: «No me gusta parecer víctima, pero estoy diciendo la verdad».
Incluso, el general José Roberto León Riaño, director de la Policía, respaldó al uniformado y dijo: «Mis policías sí fueron torturados los primeros días del secuestro y, una vez se supo del plagio y el tema fue objeto de rechazo en La Habana, fue cuando las Farc comenzaron a darles buen trato».
Nos encontrábamos realizando actividades de investigación sobre microextorsión en el Valle y dimos con un grupo de 15 guerrilleros. Se identificaron como integrantes del frente sexto de las Farc y de inmediato nos secuestraron. Nos subieron a una camioneta. Nos amarraron las manos a la espalda, nos apuntaban con los fusiles, nos golpeaban, nos pateaban.
Todo el tiempo fue la presión psicológica. Fueron, creo, dos horas de desplazamiento, en el que, con las armas, nos presionaban la cara contra la camioneta, de tal forma que no veíamos por dónde íbamos. Llegamos a un potrero, donde nos despojaron de la ropa con unos cuchillos. Uno de ellos me preguntó qué hacíamos, y le respondí con la verdad. Inconforme, me golpeó la cara con la rodilla, con el pie. Me causó morados; mi compañero me dijo que tenía la cara morada, pero se borraron con el tiempo.
Nos amarraron con un lazo que ellos llaman poliéster, del cuello a las manos. Nos hicieron un nudo, de esos que quedan con una punta y que, al jalarla, casi nos ahorca. Así empezamos a caminar, nos dieron una ropa y unos zapatos, que habría preferido no tenerlos porque me quedaban muy pequeños.
¿Dónde los mantuvieron?
Estuvimos en varios campamentos y en casas, unas veces dormíamos a la intemperie y otras, en el piso de una pieza sobre un plástico. La cuarta noche vino uno de los guerrilleros y desató a mi compañero del palo en donde estaba amarrado y se lo llevó. Escuchaba que hablaba fuerte y que se quejaba. Unos 40 minutos más tarde lo trajeron; tenía la cara y el pelo brillantes. Me desataron y me llevaron. Me hicieron las mismas preguntas, y en esas, el sujeto le echó aceite a una bolsa -me acuerdo que era de color naranja- y me la puso en la cabeza. Cuando no podía respirar me golpeaba en el estómago. Ahí vi la muerte cerca.
¿Cuántos días duró la tortura?
Ese trato fue como hasta el sexto o séptimo día, hasta que la presión del Gobierno los obligó a aceptar que nos tenían. En la quinta noche luego de volvernos a preguntar qué hacíamos en la zona, nos metieron en una pieza y afuera se escuchaba al guerrillero diciéndole a otro: «Llame a su tío, dígale que aliste la motosierra, que la traiga mañana temprano, porque si estos manes no hablan los vamos a picar». Minutos después, el guerrillero le dijo: «Mi tío no contesta». Y este le respondió: «Si no está, llame al otro y dígale que traiga los perros, que los vamos a echar a los perros».
¿Qué pensaban?
Ese día, la orden que se escuchó fue que nos alumbraran cada dos minutos con una linterna. Créame que pude ver todas las alumbradas porque no pudimos dormir ni un minuto.
¿Qué los salvó?
¿Ustedes le contaron al CICR?
Nos hicieron un chequeo médico. Les contamos lo que pasó y de qué eran las marcas (en manos y cuello).
«Después de la muerte del ‘Mono Jojoy’, cada mando bregó a hacer lo suyo, su agosto, hacer su capital con recursos de la guerrilla, con hombres y con armas», dijo.
Y agregó: «Eso fue creando discordia y desigualdad dentro y se fue formando un sentido mafioso».
‘Caracho’ -que, según el general Alejandro Navas, comandante de las FF. MM., fue «cercano» al ‘Mono Jojoy’- duró 22 años en las Farc y era el tercer jefe del frente séptimo. En su relato habló del proceso de paz y criticó que uno de los máximos líderes de las Farc, ‘Iván Márquez’, apareciera en una foto montando una motocicleta Harley-Davidson. «Eso genera desconcierto, unos viviendo de una forma y otros de otra», dijo.
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