El informe semestral del Programa Somos Defensores advierte que en distintas regiones del país las llamadas bandas criminales (bacrim) son responsables de varios asesinatos y de agresiones contra líderes sociales.
En regiones como la Alta Guajira o el Sur de Bolívar,  las bandas criminales han amenazado, confinado y puesto en riesgo de  desplazamiento a decenas de familias en medio de su afán de controlar el  negocio del narcotráfico, circunstancias que coinciden con el más  reciente informe semestral del programa no gubernamental de protección a  defensores de derechos humanos Somos Defensores, que advierte que estos  grupos armados ilegales son, además, los presuntos responsables de  varios asesinatos y múltiples agresiones contra líderes comunales y  defensores de derechos humanos en todo el país (Descargue el informe aquí).
 
 
Según los datos consignados en este documento, de las 194 agresiones  documentadas entre enero y junio de 2014, por lo menos 97 casos fueron  cometidas, al parecer, por ‘paramilitares’. En zonas rurales, las  organizaciones sociales se refieren así a las ‘Águilas Negras’,  ‘Autodefensas Gaitanistas’ (también conocidos como ‘Urabeños’) y  ‘Rastrojos’, que surgieron tras concluir en agosto de 2006 la  desmovilización de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc) bajo los  acuerdos con el gobierno nacional.
 
La investigación para el Programa Somos Defensores fue coordinada por  la Asociación Minga y estuvo a cargo de Gustavo Adolfo Ulcué, Betty  Puerto, Leonardo Díaz, Audrey Baute y Carlos A. Guevara.
 
Si bien el programa Somos Defensores expresó su optimismo por la  apuesta política por la paz que existe en el país, consideró que es  necesario seguir dando cuenta de la realidad que significa la situación  de líderes sociales y defensores de derechos humanos en las diferentes  regiones, “donde se cruzan diversos aspectos que no favorecen el  ambiente para el ejercicio del liderazgo social y la labor de defensa de  los derechos humanos”.
 
En ese sentido, el Programa destacó aspectos como los escenarios de  protección, a los cuales calificó de “inestables” y “débiles”; la falta  de claridad de las autoridades locales sobre la política existente al  respecto; además de la fuerte centralización en Bogotá para manejar este  tipo de situaciones.
 
Algunos registros
El informe consignó casos como  el ocurrido el 1 de enero de 2014 contra los hermanos Jhon Braulio y  Berlain Saigama, quienes fueron torturados y asesinados. Durante las  festividades de fin de año, varios habitantes del municipio de El Dovio,  en el Valle del Cauca, habían advertido sobre la presencia de una banda  criminal que buscaba a los líderes de la comunidad indígena del pueblo  Emberá Chamí. Los Saigama se habían pronunciado en contra del  reclutamiento de menores realizado por estos grupos armados.
 
 
Veinte días después Carlos Ruiz Escárraga fue asesinado en el barrio  Sierra Morena, en Bogotá, después de que en la localidad de Ciudad  Bolívar circulara un panfleto firmado por un grupo que se hizo llamar  ‘bacrim-opción paramilitarismo’. El grupo ilegal amenazó a los  habitantes con hacer una ‘limpieza social’ contra quienes anduvieran en  la calle hasta tarde. Ruiz, quien era un estudiante y líder de una  organización cultural, recibió varios impactos de bala cuando caminaba  hacia su casa. Las autoridades han atribuido la ola de violencia en la  localidad a la presencia de la banda criminal de ‘Los Urabeños’.
 
El 11 de marzo Evelio Obando Ocampo recibió varios disparos cuando  caminaba por la vereda El Placer en el municipio de El Tambo, en Cauca.  El hombre, de 60 años, pertenecía a la Junta de Acción Comunal, era  miembro del Partido Liberal y según los testimonios de sus vecinos,  gestionaba ante los organismos oficiales obras para el desarrollo de su  pueblo. Según el informe, Obando había recibido varias amenazas por ser  líder comunitario y pese a ello, no recibió medidas de protección. Fue  asesinado después de que ‘Los Urabeños’ circularon un panfleto que con  intimidaciones contras os líderes comunales de la zona y a integrantes  del partido Liberal.
 
En Barbacoas, Nariño, fue asesinado el 12 de mayo Wilson Hernando  Guanga, líder del resguardo Ñambí Piedra Verde de la comunidad de El  Cerro. Guanga, de 24 años, murió después de que varios hombres vestidos  de civil llegaran hasta su casa y la propinaran varios disparos. El  joven era conocido por acompañar a las familias desplazadas de la  comunidad Awá, un pueblo indígena que según el Consejo de Estado está a  punto de desaparecer por causa del conflicto armado (Ver: 
Nariño convulsiona).
 
 
Estos crímenes fueron atribuidos a grupos que las comunidades  continúan llamando ‘paramilitares’. En estas zonas, la población  advierte que las viejas estructuras de las Auc permanecen y continúan  generando zozobra. El informe señala que en regiones como el sur de  Córdoba, el Bajo Cauca antioqueño, Medellín, el Valle de Aburá, el norte  de Urabá, el Magdalena Medio, el Valle del Cauca y Cesar hay una  presencia de ‘rearme’ y las comunidades temen que aumente la violencia  por culpa de las bandas criminales.
 
En los casos de reclamantes de tierras asesinados, los victimarios  son “desconocidos”. Por miedo y porque tienen la esperanza en un proceso  de restitución, las comunidades pocas veces se atreven a denunciar  quiénes pudieron haber silenciado a sus líderes.
 
El documento de Somos Defensores reseña el asesinato de Juan Alberto  Causado, de 55 años, ocurrida el 1 de marzo de 2014 a las afueras de  Barranquilla. Causado tenía medidas de seguridad coordinadas por la  Unidad Nacional de Protección después de las amenazas que había recibido  por liderar un proceso en el que 16 familias reclaman un lote en el  asentamiento Pinar del Río, en Barranquilla. Según el informe, el  terreno les fue entregado en 2001 por la Alcaldía por ser víctimas de  desplazamiento, pero en la actualidad el predio está siendo reclamado  por un particular, lo que ha generado zozobra entre la comunidad.
 
El 9 de abril, justo cuando se conmemoraba el Día Nacional de la  Memoria y la Solidaridad con las Víctimas del Conflicto Armado, fue  asesinado Jesús Adán Quinto, desplazado de la comunidad del Cacarica y  vocero de un sector del campesinado afro en el municipio de Riosucio, en  Chocó. Dos sicarios le dispararon cuando caminaba por una calle en el  municipio de Turbo, Antioquia. Quinto tenía medidas de protección  otorgadas por el gobierno, luchaba por la reclamación de tierras de su  comunidad y asesoraba a 45 familias desplazadas de Turbo (Ver: 
Riosucio intenta sanar heridas viejas bajo nuevos fuegos).
 
 
Además de los casos de Causado y Quinto, en otros 58 casos que  incluyen amenazas, asesinatos y atentados, nadie se atrevió a dar pistas  de los presuntos responsables. Sin embargo, las regiones donde más se  han registrado casos de agresiones contra defensores de derechos humanos  son el Valle del Cauca, Santander y Caquetá, donde hay presencia de  guerrilla y bandas criminales. La mayor cantidad de crímenes contra  líderes se ha registrado en Atlántico, Valle y Cauca.
 
Cifras positivas, pero…
Mientras los asesinatos  contra líderes se redujeron en 7 casos, pasando de 37 en 2013 a 30 en  2014, las amenazas, por el contario, se incrementaron: durante los  primeros seis meses del año pasado los defensores recibieron 86 amenazas  mientras este año los registros sumaron 185 casos.
 
La disminución de los homicidios fue considerado por el Programa  Somos Defensores como “un buen indicador”, no obstante, estimó que los  futuros acuerdos entre el gobierno nacional y la guerrilla “generan  incertidumbre de los impactos que puedan tener en los territorios”, a lo  que le suma la salida de las cárceles de varios exjefe paramilitares  por pena cumplida, situación que, a su juicio, “ha disparado las alarmas  por las posibles retaliaciones frente a sus víctimas, e incluso, entre  ellos mismos, o la potencial realidad de que vuelvan a sus actividades  criminales y delincuenciales, favorecidos además por la debilidad  institucional en las regiones”.