El recrudecimiento de la violencia en razón al pulso que están sosteniendo el Gobierno y las Farc sigue teniendo como epicentro el cada vez más atribulado departamento del Cauca, que sigue soportando una guerra fratricida en la que le ha tocado poner los muertos sin recibir a cambio nada más que promesas.
Y mientras estallan más bombas, destruyen más viviendas y aumentan los desplazados en esta región, los diálogos continúan encharcados con la sangre de una población civil a la que se sacrifica injustamente.
Lo anterior no significa —y que quede claro— que se le está poniendo un palo en la rueda a la necesidad de que lleguemos a la ansiada paz, pero, ¿a qué precio? ¿Cuántos compatriotas más deben morir? ¿Y por qué todos los muertos caucanos?
Pero el show debe continuar, protagonizado por los negociadores, o mejor, los “negociantes” de La Habana, que supuestamente van a devolver con bombos y platillos a los policías y al soldado secuestrados, siendo que garantizaron que no habría más secuestros. Este vitrinazo contará con la presencia de la comandante Teodora y la prensa mundial, en un champú francamente irrespetuoso y totalmente salido del libreto original.
Y allí no para la cosa. Nos enteramos de otra perla y es la exigencia de las Farc de que les permitan los cultivos ilícitos (coca, marihuana y amapola) en lo que no sería cosa distinta a una zona de distensión. ¿Habrase visto mayor desfachatez?
Con tales exabruptos, la paz está cada vez más lejana y con el plazo fijado por el Ejecutivo, corriéndose el riesgo de que se prorroguen estos diálogos de sordos y nos quedemos en una especie de patria boba, negociando lo innegociable, mientras la guerrilla prosigue en sus actividades narcoterroristas, burlándose cínicamente del país entero.
Entretanto, el departamento del Cauca seguirá poniendo los muertos, y como eso está por allá lejos, ojos que no ven, corazón que no siente.
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