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¿Será verdad que está a punto de empezar la otra negociación? No parece fácil, pero si se inicia, la paz se puede complicar.

Corre –otra vez– el rumor de que pronto vendrá el largamente esperado inicio de la negociación con el Eln. Lo primero es que eso no está claro. Lo segundo: de concretarse, lo que sigue sería muy complejo.

Hasta ahora, no hay evidencia de que se hayan superado los escollos que han hecho la fase exploratoria con el Eln tres veces más larga que la que se hizo con las Farc para pactar la agenda de La Habana.


Las diferencias, conocidas, son tres.

Una. Dejación de armas. El Eln concibe el proceso como un ‘examen’ de la voluntad de paz del Estado, solo al cabo del cual consideraría, quizá, desarmarse. “Si en este examen concluimos que no son necesarias las armas, tendríamos la disposición de considerar si dejamos de usarlas”, concluyó su V Congreso, en enero. Una fórmula inaceptable para el Gobierno, que aspira a que el tema crucial sea nítido, no condicional.

Dos. El Eln insiste en introducir el tema de doctrina y reforma de las Fuerzas Armadas en la agenda. Otro inamovible para el Gobierno.

Y tres. Para el Eln un cese bilateral de hostilidades es condición para empezar a negociar. Si hay avances sustanciales en La Habana en estos meses, podría ocurrir que con las Farc se esté en esas cuando empiece la negociación con los elenos, lo que facilitaría este punto. Pero, mientras tanto, el Gobierno se niega a darle lo que considera un respiro estratégico a una guerrilla que, a diferencia de las Farc, no ha sufrido golpes contundentes.

En una próxima ronda –en Venezuela, con garantes de ese país– estos tres puntos seguirán discutiéndose. Sin embargo, dadas las distancias que persisten no es probable un pronto humo blanco.

Ahora bien, aun si hay acuerdo, lo más difícil es lo que sigue. Por otras tres razones.

Una. Este proceso será distinto. Aunque en los seis puntos de la agenda hay cercanías temáticas con La Habana (democracia para la paz, víctimas, fin del conflicto, implementación y refrendación, según contó en enero Antonio García, jefe militar y negociador del Eln), hay dos que marcan una profunda diferencia: ‘participación de la sociedad’ y ‘transformaciones sociales’. La fase de negociación empezaría por encuentros o foros en los que organizaciones y sectores sociales (en línea con la estrategia de ‘Convención Nacional’ del Eln) proponen temas que las partes deberán decidir si incluyen o no en las ‘transformaciones sociales’ para negociar –planes y programas en los que, en teoría, cabe cualquier cosa, salvo lo que Gobierno y Eln descarten–.

Dos. Esta fase pública y participativa, ‘modelo’ Eln, puede hacer palidecer el otro proceso, de participación más limitada, y llevar a incorporar con los unos temas que el Gobierno no les ha aceptado a los otros, como recursos naturales o modelo minero y un largo etcétera. Las Farc podrían exigir ampliar la agenda y la participación pactados con ellas, con el subsecuente ‘alargue’ del partido en La Habana.

Y tres. Si negociar con unos ha sido largo y tortuoso, al manejar dos procesos –paralelos pero conectados– se corre el peligro de estirar todo al incierto horizonte del 2018. ‘Timochenko’ y ‘Gabino’ ya se han reunido y es evidente que buscarán coordinar. Al menos en una primera fase, la paz se complicaría bastante.

* * * *

El tiempo se acaba. Si en estos meses el bus de la Justicia y el fin del conflicto arranca con las Farc, el Eln estará ante la disyuntiva de subirse o quedarse en el polvero. Salvo que empiece pronto su propia negociación.

En su único comunicado de junio del año pasado, las partes prometieron dar a conocer “periódicamente” los avances de sus conversaciones. No estaría mal que le contaran al país en qué han avanzado desde entonces.

http://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/el-eln-al-fin/16231937

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