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Lili Martínez cuenta cómo un proceso social con jóvenes del sector La Isla generó resistencias en miembros de grupos armados. La Policía dice que no tiene denuncias sobre reclutamiento.

De La Isla se dice que es el sector más calmado de Cazucá, una de las zonas más golpeadas por la violencia en el municipio de Soacha. Pero las extrañas amenazas que recibieron desde hace dos meses estudiantes del colegio y una líder social, les han dado razones de peso a los habitantes del sector para recordarles a las autoridades que algo anda mal y el temor impera nuevamente. Otra vez el miedo ante el posible reclutamiento y las intimidaciones de hombres armados, no se sabe a ciencia cierta de qué estructura criminal.

Al consultar sobre las amenazas al Coronel Fernando Torres, comandante de la Policía de Cundinamarca, éste aseguró que no tiene información sobre reclutamiento de menores ni tiene denuncias sobre el asunto.

Lili Martínez* es la lideresa que fue amenazada desde el mes de julio en medio de un proceso social que hacía con jóvenes del barrio La Isla. Un proceso que aparentemente fue el que generó el rechazo de hombres armados que amenazaron a las familias de 11 jóvenes, advirtiéndoles que si no los sacaban de Cazucá, los matarían, según lo relató una de las madres a miembros de la Defensoría del Pueblo de Cundinamarca.

El testimonio de Lili

Desde que llegó a la parte alta (Comuna 3) de Cazucá, en 1998, desplazada del Chocó para buscar una nueva vida junto a su esposo y su hijo de un año, Lili decidió crear una escuela en su pequeña casa con la idea de darles educación a los cientos de niños y jóvenes que cada año llegaban en condición de víctimas del conflicto.

La mujer, que hoy tiene 33 años, convirtió esta labor en su ruta de vida y creó una fundación con la que siempre ha desarrollado proyectos de apoyo a jóvenes en zonas donde la pobreza y la violencia son el pan de cada día para los muchachos. En 2011 llegó al sector de La Isla y empezó allí su trabajo con los menores por medio del programa Generación con Bienestar.

“En julio, luego de un año en que el trabajo se había detenido, estaba organizando de nuevo los grupos. Más o menos entre el 10 y el 15 de ese mes hubo una reunión con los papás y los chicos para contarles sobre el proyecto. Al final se levantaron dos hombres que estaban infiltrados, iban con arma en mano y se identifican como miembros de las Autodefensas Unidas de Colombia (Auc). Nos dijeron que no podíamos trabajar con esos muchachos, que eran sus pelaos. Todos quedamos fríos y pues con un compañero que estaba recogimos las cosas y ya. Qué se va a poner uno a braviar”, cuenta Lili.

La advertencia de los hombres se desprendió debido a que, según cuentan fuentes del sector, varios de los jóvenes que asistieron a la reunión convocada por la líder estaban en proceso de reclutamiento. De hecho, como lo contó este jueves El Espectador, una de las madres de los estudiantes del colegio La Isla dijo que a su hijo y otros 10 muchachos, un grupo de hombres les propuso que se fueran con ellos. Un proceso que la Defensoría del Pueblo a través de la Casa de los Derechos de la zona ha advertido un posible reclutamiento y que la Gobernación no se atreve a declararlo como tal.

Al parecer y de acuerdo al relato de Lili, los hombres infiltrados no vieron con buenos ojos que hubiera jóvenes que trataran de vincularse a proyectos sociales que claramente van en contra de sus intereses. ¿Cuáles son los temas que la mujer trataba en Cazucá con el programa Generación con Bienestar? “Allí se trabajaban temas de restitución de derechos, donde a ellos se les dan herramientas fundamentales para no ser reclutados y a las niñas para evitar el embarazo. No sólo son esperanzas, sino que se les dan herramientas tan fuertes que ellos pueden cambiar su vida totalmente. Se les enseña que el tiempo libre lo disfruten en otras cosas, en la danza, el deporte o el teatro”.

Después de la amenaza de esa noche de julio, Lili decidió frenar un poco el programa. Pero los chicos seguían insistiendo en participar y el que lo hacía con más insistencia era Diego. Este chico de 16 años, que había llegado desplazado del Chocó a Cazucá junto a su mamá y cinco hermanos menores, fue asesinado el 2 de agosto en un café internet del sector La Isla. Según versiones preliminares de miembros de la Defensoría del Pueblo, este joven había aceptado la oferta de irse con los hombres armados.

En la zona está claro que Diego hacía parte de los jóvenes que los delincuentes querían vincular a sus estructuras. “Al principio, cuando lo mataron, decían que él hacía parte de ese grupo y por eso lo habían matado. Pero eso no es así, él estaba en el proceso, lo querían reclutar. Su anhelo era terminar el bachillerato y poder acceder a una de las becas para universidad que se ofrecían en el programa Generación con Bienestar”, dice un testigo.

Para los habitantes de Cazucá, el proceso de reclutamiento no es nada nuevo. Es una situación que siempre ha estado presente en el diario vivir de los vecinos. Cuentan que generalmente el modo de operar de los grupos ilegales es ofrecer lo que tienen: el poder, el dinero, obtener las cosas fácilmente. Así identifican a chicos que son líderes. “Eso era Carabalí, un pelao que tenía arranque, que lo seguían todos los jóvenes, fueran grandes o pequeños, blancos, mestizos, afros, como fueran”, dice una fuente que prefiere la reserva de su nombre.

Después de la muerte de Diego siguieron las amenazas contra las familias de los demás jóvenes. Tan grave fue la situación, que el colegio alertó a la Secretaría de Educación en un oficio enviado el 8 de agosto. Muchos se fueron del barrio y otros, incluso, salieron de la ciudad. A Lili, los hombres la buscaron nuevamente para intimidarla y preguntarle por el paradero de los menores. Tuvo que salir de la zona y solicitar medidas de protección, pues la amenazaron con hacerle daño a su familia.

Se sabe que la Unidad de Víctimas de la Nación adelanta los trámites para otorgarle las ayudas de protección a la lideresa social para que pueda subsistir en el nuevo lugar donde se encuentra por unos tres meses.

Por otra parte, hace tres semanas, miembros de la Gobernación, la Alcaldía municipal, la Personería, Acnur, la Defensoría del Pueblo y la Unidad de Víctimas comenzaron un proceso de investigación para determinar qué hay detrás de las amenazas a los jóvenes. No es claro aún si quienes los han intimidado hacen parte de una célula de alguna banda criminal, dijo Iván Moreno, secretario especial para Soacha de la Gobernación.

Además, falta determinar qué está pasando con la llegada masiva de desplazados desde Buenaventura (Valle del Cauca). No es claro si podría haber infiltrados que no son víctimas del conflicto y están organizándose en Cazucá como parte de bandas criminales interesadas en hacer reclutamiento.

Lili cuenta que debido a los procesos sociales en la zona no solamente han muerto chicos como Diego, sino también otros jóvenes, afros y líderes.

“Después de tantas muertes que he visto, todo lo que lloré a tantos chicos, de tener que trasladarme, de ver a mi propio hijo irse con grupos ilegales, sé que no todo el tiempo uno puede estar callado. Porque por estar sumiso es que sigue aumentando esta situación”, dice la mujer de 33 años, que esta vez espera que alguien decida prestarle atención al terror que vive Cazucá.

*Nombre cambiado por petición de la fuente.
Por: Verónica Téllez Oliveros

http://www.elespectador.com/noticias/nacional/pasa-amenazas-cazuca-articulo-453000

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