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Sergio Jaramillo, el Alto Comisionado de Paz, rara vez habla en público pues el vocero del equipo negociador con las Farc es Humberto de la Calle. Sin embargo, la semana pasada en la Universidad Externado pronunció un discurso que esbozó lo que podría llamarse la Doctrina de la Negociación. Finalmente, alguien del Gobierno explicó cómo están pensando la negociación, cuál es el puerto de llegada y la estructura conceptual de todo este proceso en la Habana.

Según Jaramillo, el proceso está concebido en tres partes.

La fase previa en la que se crearon las condiciones para entrar a negociar, que de alguna manera le da coherencia a varias de las grandes pelas que Santos se dio en el primer año: la pelea con Uribe por reconocer explícitamente que había un conflicto armado y no una mera amenaza terrorista; la ley de víctimas; y la reforma constitucional del Marco para la Paz, que permitiría eventualmente solo juzgar a los máximos responsables de delitos atroces de la guerrilla y a los otros no juzgarlos o imponerles penas alternativas como ayudar a desminar, como lo dijo el Fiscal ayer.

La fase de la negociación, que es en la que llevamos ya casi 5 meses, que según esta doctrina consiste en resolver “el núcleo duro de problemas que hay que resolver para hacer posible la paz”. Básicamente el gobierno considera que si se crea verdadero bienestar en el sector rural y las garantías para que la guerrilla se transforme en un movimiento político que persiga los mismos fines revolucionarios pero a través de las urnas y no de las armas se lograría poner fin al conflicto armado. La negociación consiste en crear las condiciones para estas dos transformaciones.

Entonces, vendría la fase de transición que consiste en las tareas que tienen que cumplir las Farc y el Establecimiento para poder entrar en la construcción de la paz. Esto implica reconocer los derechos de las víctimas, esclarecer la verdad de lo sucedido y encontrar una fórmula para evitar que los guerrilleros que dejen las armas pasen el resto de sus días en una cárcel. Esta transición será la más difícil.

Si las partes logran superar esa etapa, se entra en la tercera fase que es la de la verdadera construcción de la paz. Según Jaramillo, durante un cese del fuego que tendrá que ser definitivo, las Farc dejan las armas mientras el Gobierno cumple con los acuerdos de desarrollo agrario y garantías de participación política.

Si la fase de reconstrucción se hace como él la ve, se dará una verdadera transformación de las zonas rurales y más atrasadas que han estado tradicionalmente bajo el control guerrillero para garantizar que no vuelva la guerra. Esto implica una megainversión estatal, nuevas instituciones y una participación intensa de las comunidades.

Jaramillo no lo dice explícitamente, pero esta es la verdadera participación política que les interesa a la guerrilla: que esa transformación del campo de la mano de las comunidades será liderada por ellos en sus zonas. 

Esto, de alguna manera, legitimaría ante sus ojos y ante el “pueblo” los 40 años de vida guerrillera. Adicionalmente, podrían convertir en votos los réditos de esa transformación. Sobre todo porque si alguien está organizando a las comunidades y preparandolas para esta fase es la Marcha Patriótica, donde seguramente aterrizarán los jefes guerrilleros en el futuro.

Pero para que las Farc pueda participar activamente en esta fase, el Gobierno exige como condición previa que hayan dejado las armas. De las últimas declaraciones de las Farc se desprende que ellos están pensando dejar las armasdespués de esta fase. Ese será, entonces, otro punto duro de negociación, pero es posible que de la trágica experiencia de la UP hayan aprendido la lección que armas y política es una combinación letal. O que mantengan las armas pero bajo supervisión de un organismo internacional.

En todo caso, planteado el proceso así, más que una transacción entre guerrilla y Establecimiento esta negociación consistiría en un trabajo conjunto por una transformación profunda del campo y de las condiciones para hacer política de oposición que redunde en beneficio de la mayoría de colombianos.

“Estamos entonces ante un momento de decisiones como solo se presenta una vez en una generación. Eso no se nos puede olvidar”, dice Jaramillo. Esperemos que no se le olvide a su jefe y que no se le olvide a Timochenko. Claramente a los conservadores que están proponiendo «suspender» la negociación hasta después de elecciones no les ha pasado por la cabeza.

Así es la ruta mental del proceso (haga clic en cada número):
 

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