La polarización es un proceso dirigido que busca el surgimiento de rasgos de identidad personal para generar en el cuerpo social dos opuestos, que se repelan. Los elementos de identidad no son tan estables ni tan fijos como se cree; pero, entre más dure la confrontación, más esenciales se tornan esas características, más inamovibles y más extremas.
Pocos profesan creencia en el blanco y negro; pero, al estar inmersas en la polarización social, las dicotomías se instalan y adquieren cierta diafanidad que encanta. El blanco y negro permite que la complejidad no sea desentrañada sino que sea representada por opuestos –bueno-malo, bonito-feo, o amigo-enemigo– que necesariamente conducen a que las cosas, las personas y las situaciones tengan que ser percibidas de una u otra forma, sin grises, sólo desde los extremos. Dependiendo de la posición extrema del otro, se sabrá con quien está: ellos o nosotros. Además de aportar a la identidad propia (por antinomia), ese proceso construye sentimiento colectivo.
Ignacio Martín-Baró (1983) describió la polarización social como una condición psicológica necesaria para la guerra, como una cosmovisión impuesta que busca evitar ejercicios de representación interiorizados. La polarización usa el sentido común para mistificar una realidad social, anulando cualquier tipo de coincidencia de mentalidades o sensibilidades entre opuestos. A su vez, la polarización es el conducto más rápido para justificar todo tipo de acciones, incluso las que, bajo cualquier otra circunstancia, se considerarían ilegítimas. La polarización está en el origen y en la extensión neológica de la violencia colectiva.
La polarización va de la mano de la promoción de estereotipos del enemigo que lo tornan en un objeto simplificado de odio y de justificación para todo lo que se necesite hacer que conduzca a su destrucción. Se manifiesta en aforismos, tales como: todo lo que hace el enemigo es malo; el enemigo es el responsable de todo lo malo; o al enemigo no se le puede creer porque siempre nos ha hecho daño. La naturaleza circular del razonamiento es evidente: todo conduce y todo se deriva del enemigo.
¿Y si el enemigo no existe (o no existiera)?
La respuesta a esa pregunta dará muchas pistas hacia el futuro que algunos (muchos, espero) queremos.
Es hora de encarar la polarización social. Nos afecta a todos, de distintas maneras y en distintos grados. Tristemente, es más fácil vivir con amigos, enfrentando a enemigos, que vivir reconociendo diferencias, tratando de encontrar convergencias.
La polarización está en todo lado pero no es de fácil reconocimiento, puesto que registrarla pone en duda el esquema mental que, durante décadas, ha construido identidad. Es tiempo de confrontar, no al otro, sino a las barreras aparentemente inamovibles que nos separan de los otros.
Probablemente, las grandes escisiones –las que creemos categóricas– no serán tan determinantes en el momento de resolver los diferendos. Seguramente, los intereses particulares tengan mucho más invertido en mantener la polarización y las diferencias que producen contención. Extraña conclusión, pero cierta una y otra vez en la resolución de conflictos sociales. Detrás de la polarización no hay tanto público como se cree, sino intereses mezquinos que ganan con mantener el statu quo.
Nota final: Martín-Baró fue asesinado el 16 de noviembre de 1989 por militares salvadoreños. Su clamor por reparación social y reconciliación –no por venganza– fue intolerable para los sectores que preferían El Salvador polarizado.
http://www.elcolombiano.com/BancoConocimiento/P/polarizacion_social/polarizacion_social.asp