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La semana pasada se manifestaron con nitidez dos posturas que consideran que el actual proceso de paz es inaceptable porque la paz que de él resultaría es imperfecta: la del Partido Centro Democrático y su Líder Álvaro Uribe y la del ELN y su Comandante Gabino.

Los caminos de uno y otro actor para llegar a la misma conclusión son distintos, su punto de partida diferente, su visión antagónica. No pueden declararse idénticas las dos posiciones, pero ambas contribuyen a quitarle fuerza, sin justificación válida, al histórico proceso próximo a culminar en La Habana.

Centro Democrático: “Nuestra objeción al proceso es la impunidad. El Gobierno ha aceptado que el narcotráfico tenga impunidad total. Existe también una impunidad disfrazada: se han producido delitos atroces que multiplican lo de París y Bruselas por 100. El Gobierno dice que no habrá impunidad porque los delitos se juzgarán, pero no dicen la verdad, porque los responsables no irán a la cárcel si reconocen el delito y les permitirán decisión política. Esto exacerba a los grupos violentos…”

ELN: “…ante la próxima firma de un acuerdo definitivo de dejación de armas de las FARC, nos vemos en la obligación de expresar que no compartimos lo esencial de estos acuerdos… La justicia transicional que evita el enjuiciamiento al Estado por la culpabilidad en el genocidio; y la poca incidencia de lo acordado para modificar la realidad del país… El ELN ha reiterado que la paz solo será posible si se dan transformaciones estructurales de la sociedad y del Estado, donde el pueblo sea el protagonista de las nuevas construcciones, que permitan la justicia social, la equidad, la dignidad y la soberanía”.

El Centro Democrático desfigura el acuerdo para desvirtuarlo, el ELN lo minimiza también para desvirtuarlo. Uno y otro producen la impresión de querer una paz perfecta. El Centro Democrático asume que la paz sería perfecta si los máximos jefes guerrilleros vienen del monte a pagar cárcel por años sin posibilidad alguna de ser elegidos. El ELN considera que la paz sería perfecta si, para desistir de la rebelión, se suprimen todas las causas que originaron el conflicto.

Los dos actores olvidan una cuestión elemental: que la paz posible es la paz imperfecta.

No hay paz con perfecta justicia, la paz se hace para que cese el horror de la guerra y ello tiene el costo de una justicia especial, ponderada, restaurativa, transicional, enmarcada en la ineludible normatividad internacional actual. Se dice que es preferible una paz imperfecta a una guerra perfecta. Claro, a una guerra perfectamente envilecida, interminable producción de víctimas, que no es liberación ni legitimación de nadie.

La eliminación plena de las causas de la guerra para suspender el enfrentamiento armado es una quimera, la correlación de fuerzas que se tramita mediante los diálogos no da para tanto. Estamos ante guerrillas que logran la salida política del conflicto con significativa participación social, pero no guerrillas triunfantes, ni guerrillas que tengan tanto pueblo tras ellas que se constituyan en un poder revolucionario con posibilidades de victoria. Se requiere superar la cincuentenaria, estéril y degradada confrontación para construir un auténtico poder popular.

La paz posible es paz imperfecta, que no insignificante. Todo lo pactado en La Habana beneficia claramente al país antes que a las propias FARC. La lucha ahora es por cumplir, completar, profundizar la paz imperfecta. Colombia no puede vacilar, lo mejor que todos podemos hacer hoy es dar el paso a un país sin guerra, sin armas en la política, sin violencia abierta o encubierta en la vida cotidiana, sin odios a muerte.

http://www.elespectador.com/opinion/si-paz-imperfecta